David Livingstone
Médico, misionero y explorador.
Además del hallazgo de las Cataratas Victoria, este legendario explorador escocés es
célebre por su lucha contra la esclavitud y por su encuentro con Henry Stanley.
Nació el 19 de marzo 1813 nació en la pequeña localidad escocesa. Pertenecía a una
familia de origen humilde, por lo que desde los diez años empezó a trabajar en una fábrica
textil. Se licenció en medicina e inició su formación religiosa. Buena parte de su vida
transcurrió en algunos de los territorios más bellos e inexplorados de África.
África constituía en el siglo XIX la más absoluta de las incógnitas, la única zona conocida
próxima al centro del continente era la franja costera del antiguo país de Zenj, en el Índico,
formado por asentamientos árabes desde principios del siglo XI y que se extendía desde
Mogadiscio hasta el norte de Mozambique. Solo algunos mercaderes árabes en busca de
esclavos y cuernos de marfil se atrevían a entrar en aquel territorio desconocido. A su vuelta,
hablaban de animales nunca vistos, de enormes desiertos, terribles enfermedades, selvas
impenetrables y tribus que devoraban hombres. Livingstone viajó al continente para redimir
almas y se convirtió en el padre de la exploración africana, atravesó el temible desierto de
Kalahari; descubrió el lago Ngami, por lo que recibió la medalla de la Royal Geographical
Society; exploró el río Zambeze y dio nombre a las espectaculares cataratas Victoria...
Cruzó toda África, de Luanda a Mozambique, y en su periplo estudió, como ningún otro, los
sistemas fluviales de la gran cuenca central africana.
Durante veinte años el doctor se dedicó a explorar la zona central de África en busca de una
senda que sirviera de ruta comercial para Occidente. En el proyecto de Livingstone el
comercio era el primer peldaño hacia la entrada de la civilización, que debía erradicar el tráfico de esclavos.
Tras tiempo sin noticias del doctor y dándole por muerto a finales de marzo de 1871 se
pone en marcha una expedición con Stanley, otro explorador.
Mientras, en Londres, en la capital del mundo, las autoridades gubernamentales apenas se
interesan por la suerte del doctor Livingstone. Gran Bretaña está en el momento de mayor
esplendor de toda su historia. Pero, de momento, África sigue siendo desconocida y las
expediciones claramente colonizadoras aún están por llegar. Reconocían la inmensa labor
que el doctor, con sus exploraciones, había llevado a cabo al servicio de la Corona, pero fue
la Royal Geographical Society la que se tomó las molestias de enviar una expedición ante
los rumores sobre la muerte del misionero. No dio con él, pero aseguró que seguía vivo.
Mientras Stanley recorría medio mundo, en algún remoto punto del corazón de África un
hombre blanco, demacrado, sin dientes y extenuado por las hambrunas prosigue su marcha
errante hacia el oeste, David Livingstone queriendo resolver el mayor enigma geográfico de
la época: el nacimiento de las fuentes del Nilo. Tras cinco años de incesante trabajo,
Livingstone se ve obligado a capitular. Ha explorado el curso superior del río Congo y las
fuentes del Nilo siguen sin aparecer. Está terriblemente débil y enfermo, pero no deja de
anotar impresiones y datos en su diario. Stanley, mientras tanto, ya hace más de medio año
que ha partido en busca del doctor. En noviembre de 1871, el cronista ha recorrido ya media
África, y al menos en dos ocasiones le han hablado de un extraño forastero de avanzada
edad, barba gris y cutis blanco. Todos los indicios apuntan al poblado de Ujiji. El doctor
Livingstone no sale de su asombro al verlos llegar. Ambos congenian desde el primer
apretón de manos, y durante los siguientes cuatro meses se dedican a explorar nuevas
regiones. Livingstone sabe que su lugar está en África y desestima regresar a Gran
Bretaña. Jamás volverían a verse. Livingstone moría en mayo del años siguiente, cerca del
lago Banweolo.
Paula García Mostazo 2D
No hay comentarios:
Publicar un comentario